Ya no más [Ayoti (Trol)] - Inicios Kalari

    Lordaeron era un lugar que asqueaba enormemente a Ayoti, en su día apestó a humano y actualmente, a muerte. Miró hacia donde se hallaba en campamento de la Alianza, desde lo alto de las murallas, con expresión endurecida. Sus hachas estaban sedientas de sangre y la espera se le hizo eterna en aquella fría noche.
    – Ayoti…– escuchó detrás de ella, un susurro cargado de picardía, reconociendo a la dueña de aquella voz.
    – In’mi, ¿no puedes dormir? – le preguntó la berserker, ladeando su rostro para mirarla. La trol la abrazó, rodeando sus hombros con los brazos.
    – No me acostumbro a estar en este castillo, ni a los murmullos que resuenan por el lugar. En cambio, quería acompañarte –.

    Ayoti esbozó una sonrisa.
    – Ni yo tampoco. Tu compañía es siempre bienvenida – le hizo señas para que se colocara a su lado.     In’mi la soltó y así lo hizo.
    – Es la primera vez que mataré a esos perros de la alianza a tu lado. Hasta ahora siempre había luchado contra aquellos que fueron un día nuestros aliados y con algunos demonios – empezó a decir la trol rubia. – Estoy deseosa de compartir el campo de batalla y cubrir tus espaldas con mis flechas – ante aquellas palabras, Ayoti sintió un escalofrío recorrer su espalda. Pensó en Rozzak, el que había sido, desde Rasganorte, su fiel amigo y defensor. El pensar en él le provocó un nudo en el estómago, pero la berserker se obligó a sonreír.
    – Eres mi mejor amiga y para mí será un placer tenerte a mi lado –.

    Apoyó la cabeza en el hombro de su compañera, tomándole de la mano. In’mi y ella habían compartida muchas intimidades desde la rebelión contra Grito Infernal, tanto emocionales como físicas.
    – Me halagas, pero déjame preguntarte una cosa…
    – Dispara.
    – ¿Estás bien?

    Ayoti meditó, pensando en qué respuesta darle. Tenía sentimientos encontrados desde hacía mucho tiempo, pero había preferido hundirlos en lo más profundo de su ser, con la esperanza de olvidarlos.
    – Estoy ansiosa por derramar sangre. Las guerras siempre sacian mi apetito.
    – ¿Solo las guerras? – bromeó In’mi, dándole unas palmadas en la espalda.
    – Tengo la choza desgastada ya de tanto usarla, pero algo tengo que hacer cuando no puedo manchar mis hachas – respondió, siguiéndole la broma.
    – Si lo sabré yo –. La mano de In’mi subió hasta su nuca. – Quiero recolectar las cabezas de todos aquellos que mate y adornar la choza con sus cráneos. E incluso puedo beber de ellos y compartirlas contigo.
    – Eres una trol muy perversa –. Ayoti se giró hasta quedar cara a cara con In’mi. Tomó su barbilla y la obligó a mirarla. Preocúpate por sobrevivir, y así regresar a las islas.
    – No vamos a morir aquí, tenlo por seguro. Mis flechas serán certeras, te lo prometo.
    – Que los loas te escuchen, amiga mía – depositó un beso en su mejilla antes de subir su mano hasta su pómulo. – Dame un momento, tengo que solucionar un asunto con Yashiffi.
    – Nos veremos en el campo de batalla – se despidió In’mi, mirándola marchar.

    Ayoti bajó hasta el improvisado campamento que sus camaradas habían montado. Vio a un grupo charlas animadamente cerca de la puerta principal. Entre los presentes estaba Rozzak, rodeando a Yashiffi con uno de sus brazos, mientras bromeaba con un tauren. Ayoti tomó una bocanada de aire, mentalizándose. Se acercó apresuradamente hasta situarse al lado de la trol.
    – Yashi, ¿tienes un momento? –. Ella la miró con seriedad.
    – Claro, dame un momento – contestó mientras se despedía del resto. – Vayamos a un lugar más tranquilo.

    La siguió hasta quedar ambas apoyadas en una de las paredes. Yashiffi sacó un pequeño frasco de sus bolsillos, tendiéndoselo a Ayoti. – Aquí tienes, pero bébelo con precaución, porque puede ser fatal para tu cuerpo –. Después sacó un par de cajitas. – Y aquí tienes unos ungüentos para las heridas. Lo vas a necesitar.
    La berserker se lo guardó, dedicándole una sonrisa.
    – Gracias Yashi, no sé qué haría sin ti.
    – De nada. Los amigos de Rozzak son mis amigos, y él te tiene en gran estima, así que yo también.

    Aquello volvió a provocarle un escalofrío que la dejó helada. A pesar de la expresión amable que le dedicó, por dentro ardía y no era una sensación agradable, sino amarga. ¿Por qué tenía que sentirse así cuando tenía que sentirse halagada por aquellas palabras?
    – Ten mucha suerte en el campo de batalla, que tus hechizos nos ayuden a todos – respondió la pelirroja.
    – Lo mismo puedo decir respecto de tus hachas.

[…]

    Amaneció, y con ello inició la batalla.

    Se hallaban fuera de los muros, encarando a la Alianza con valor. Ayoti había bebido un trago del frasco y los pensamientos se disiparon de su mente, dejándola desprovista de miedo y duda. Solo sentía deseos de matar y así lo hizo, llevándose por delante a un draenei. Los gritos eran música para sus oídos.
    In’mi y Rozzak se encargaron de acabar con los enemigos que rondaban cerca de la berserker, como los viejos tiempos, bajo los estándares de la Horda.
    – ¡POR LA HORDA! – exclamó la trol,  con sus hachas en alto.

    Enfrentó a un humano, intercambiado estocadas. A pesar de haber sido herida en el brazo, Ayoti no sintió dolor, sonriendo de forma macabra mientras una de sus hachas cortaba el torso de su rival. Aquel perro de la Alianza cayó de rodillas y entonces, ella aprovechó para decapitarlo. – ¡Una cabeza más para la choza! – chilló, de forma que In’mi pudiese escucharla.

    Avanzó, lanzándose frenéticamente, casi de forma suicida. Poco a poco, empezó a ser consciente de su estado, como si los efectos pócima estuviesen disipándose. Ayoti no le dio mucha importancia porque podía dar otro trago fácilmente, mientras no abusara de ello.
Entonces, en pleno fragor de la batalla, escuchó un sonido fuerte, algo estampándose contra el suelo con una fuerza colosal. La berserker se giró para ver de qué trataba, debido a que muchos soldados, tanto de la Horda como de la Alianza, habían empezado a correr por sus vidas.

    La sangre de Ayoti se heló al ver la humareda verdosa que inundaba el campo, reconociendo aquel gas.

    “Pensasteis que habíamos olvidado. Pensasteis que habíamos perdonado. Contemplad entonces la terrible venganza de los RENEGADOS”

    Los recuerdos de una guerra pasada golpearon a Ayoti como mil martillos. La puerta de Cólera se manifestó en su mente, consiguiendo que su cuerpo temblase ante aquel espectáculo de muerte.

    “¡¡Muerte a la Plaga y muerte a los vivos!!”

    Vio caer a soldados de ambos bandos. In’mi estaba a unos metros de ella, tosiendo y luchando por mantenerse en pie. Ayoti alargó su brazo y la trol rubio, al verla, imitó el gesto. – ¡¡In’mi!! –. Quería correr hacia ella, socorrerla y llevarla lejos de allí. – ¡¡Corre!! ¡¡IN’MI!! – chilló, pero su amiga no se movió, dedicándole una débil sonrisa antes de caer desplomada en el suelo. – ¡¡IN’MI NO!!
Ayoti rugió, impotente por no poder hacer nada para sacarla de allí. Sintió que alguien la agarraba y tiraba de ella para alejarse del añublo. – ¡¡Vámonos!! ¡¡Ya!! – reconoció la voz de Rozzak.
    – ¡No puedo dejar a In’mi allí! –. Pataleó, pero el trol consiguió hacerla retroceder.
    – ¡Hay que huir o moriremos!

    Antes de unirse a la retirada, vio como los cuerpos de los caídos volvían a alzarse, siguiendo las órdenes de Sylvanas de acabar con sus enemigos. Aquello destrozó a la trol por completo, reviviendo con amargura el sufrimiento pasado y observando como aquellos a los que había querido y compartido momentos de camarería caían de forma deshonrosa.
Fue testigo de una herejía que cambiaría su forma de pensar para siempre.

[…]

    Pasaron unos días desde la batalla de Lordaeron, cuyo castillo había sido infestada por el añublo. Se hallaba en Orgrimmar, en una de las tabernas, con algunos camaradas. No había conseguido reponerse de lo ocurrido, ni dejar de tener pesadillas con la muerte de In’mi. Rozzak se hallaba con ella, con el semblante sombrío.
    – ¿Y bien? – se animó a decir la berserker. – ¿Qué tenemos que hacer ahora?
    – ¿A qué te refieres? – preguntó un orco, de nombre Brutok.
    – Ayoti…No…– intentó mediar Rozzak, sin éxito.
    – Sylvanas ha osado a matar a los nuestros con tal de destruir a la Alianza, sin remordimiento alguno. ¿No te parece demasiado cruel?
    – Será mejor que no digas esas palabras en voz alta – le respondió Dentka, un tauren que estaba cerca de la vejez.
    – ¿Qué me va a pasar? ¿Enviará a uno de sus asquerosas forestales a matarme? – espetó con desprecio. – ¿No vamos a hacer nada? ¿Nos quedaremos quietos mientras vemos como esa arpía convierte la Horda en una segunda Plaga? ¡No luché contra ella para estar sirviendo a otra!

    Rozzak la tomó del brazo con violencia.
    – Cállate Ayoti, por lo que más quieras…
    – ¡No pienso callarme! ¡Suéltame!
    – No estamos a favor de lo que ha hecho Sylvanas, pero no podemos fragmentarnos ahora que estamos en guerra. Hay que preocuparse de luchar contra la Alianza – intentó explicarle Dentka.
    – Una guerra que iniciamos aun estando debilitados la invasión de la legión, ¿piensas acaso que ella piensa realmente en nuestro bienestar?
    – ¿Y qué propones que hagamos? ¿Rebelarnos contra ella? Es una batalla perdida – añadió Rozzak, notablemente molesto. – Ten cabeza y piensa en la seguridad de nuestros camaradas, no es sensato que digas esas cosas.
    Ayoti, contrariada, se deshizo del apretón de su amigo y se levantó.
    – Quedaos y esperad a ser los siguientes a ser levantados como no-muertos sin cerebro. Yo me marcho de esta ciudad – dicho eso, así hizo.

    Fue al establo, en busca de su raptor Tzune y se puso en marcha para regresar a las islas del Eco. Lo que no vio es que Rozzak le había seguido. – ¿Y ahora qué quieres? – le espetó, mirándole con el ceño fruncido.
    – Quiero que entres en razón, por lo que más quieras –. La tomó del hombro. – No podemos separarnos ahora, no estando en guerra. Se avecinan más batallas, ¿o crees que todo ha terminado en Lordaeron?
    – Los renegados han matado a In’mi, ¿cómo quieres que acepta a esa no-muerta como mi Jefa de Guerra?
– Sé que In’mi era importante para ti, comprendo tu dolor. Yo perdí a mi padre en la Puerta de Cólera y tuve que aguantar aun así que los renegados siguiesen en la Horda. No hagas las cosas más difíciles, te necesito a mi lado.

    Ayoti lo miró, con los ojos bien abiertos. Esas últimas palabras habían sido como una puñalada en su corazón.
    – Te necesito, por favor, lucha conmigo –. Ambas miradas se encontraron, de forma intensa. Ayoti le habría abrazado allí mismo, pero se reprimió. La muerte de In’mi le impedía hacerlo.
    – No…No puedo. Me pides algo que no puedo hacer…Ya no más– la ira empezó a crecer dentro de ella. – ¡No puedo quedarme aquí ni voy a marchar bajo un estandarte que ya no representa los valores por los que he luchado! ¡Quédate con tu Horda, yo me vuelvo a las islas y me quedaré allí!
    – ¿Entonces eso es lo que quieres? Muy bien – le dio la espalda e hizo el ademán de alejarse.
Ayoti no pudo controlar sus palabras.
    – ¡COBARDE!
    Rozzak paró en seco, con los puños apretados.
    – Le das la espalda a tu gente, ¿quién es más cobarde de los dos? ¡Haz lo que te de la gana, me trae sin cuidado lo que haga una traidora!
    Esta vez se fue, dejándola sola junto a Tzune. Ayoti lo montó y puso rumbo a las islas.

    Mientras marchaba, las lágrimas escaparon de sus mejillas, percatándose de los sentimientos que tanto había querido ignorar, sin querer aceptar la realidad. Ayoti tenía el corazón roto, por la muerte de su mejor amiga y porque se había enamorado de Rozzak, siempre lo había estado y ahora lo había perdido para siempre.

Comentarios

Entradas populares