Silenciosa Pasión [Wunjo x Ayoti] [+18]
Aquella selva estaba siendo su prisión, su tortura y su dolor más absoluto. Su loa, Ogoun, estaba siendo amenazado por un culto que trataba de alcanzar su presencia para asesinarlo, y en pleno territorio, estaban obligados a fundirse con ese mismo “silencio”. donde cualquier paso en falso y voz que sonase más alta de lo acordado, podía ser el final para todos los kalaris allí presentes.
Ayoti no solo estaba luchando hasta el límite para salvar a Ogoun, sino que encontró tristeza entre los suyos: miradas de odio, de duda, de confusión… Y no era para menos, ya que su comportamiento oscilaba entre el deseo de morir para salvar al cachorro que gestaba en su vientre y el de romper a llorar en cualquier momento, llevada al extremo.
Trató de no alejarse mucho del improvisado campamento, sabiendo que era una sentencia de muerte no ver por donde pisaba; eligiendo un árbol cercano, quedándose quieta y observando la hierba trepar por el tronco. Le dio un golpe a la corteza, provocándose rasguños en los nudillos debido a la rabia que había puesto en aquel puñetazo. Repetía una y otra vez el mismo movimiento, hasta que las lágrimas nublaron su vista y la mano empezaba a enrojecerse e hincharse.
Entonces se percató de que no estaba sola. Wunjo la había seguido hasta allí, con algo de preocupación en la mirada. Ayoti apartó la vista, recordando de forma rápida el día en el que lo conoció. Aquellos días jugando, charlando, divirtiéndose en las islas del Eco fueron maravillosos, y a su vez, un duro golpe que la marcó para siempre.
“– Oye Ayoti, te toca. ¿Verdad o Reto? –.
– Verdad –.
– Cuando llegue el Festival de Ezili, ¿honrarás a la loa con Wunjo? –.
– ¿Y por qué no? Sí así lo quiere ella, se hará – .”
Lo que había ocurrido luego de aquel juego de la botella, fue un camino caótico y tortuoso, porque no solo hubieron competiciones, sino charlas íntimas, sentimientos encontrados y un hermano al que no recordaba intentando llevársela por la fuerza de allí aunque fuese por trozos. La sangre salpicando en su rostro y la daga de Rag’wi cortando la carne del cuello del que una vez fue un ser querido fue una imagen que no se le iba de la cabeza. El mismo Rag, con ayuda de Wunjo, se deshicieron del cuerpo.
Mientras los sentimientos por el futuro prelado empezaban a tomar forma en su alma, los que le había profesado a Tzon’zeem se desvanecieron. Un trol que se entregó a ayudarla y conocerla ante otro que solo la atracción física les había unido.
– No aguanto más – confesó. – Todo esto me supera, no puedo mirarles a la cara, todo lo hago mal – apretaba tanto sus rastas que creyó que la corona de flores que adornaba su cabello iba a deshacerse y a enredarse entre ellas.
Palabras de apoyo, de comprensión y de ternura que atravesaron su mente como flechas lanzadas desde lo más alto de aquellos árboles. Sentía que no se lo merecía, que no se merecía que la tratase así cuando ella no tuvo pudor alguno en cumplir la verdad del reto y honrar a Ezili con él, arrastrada por el despecho.
“– Yo…Yo estoy enamorada de él –.”
Ya no quería negarlo más, no podía. Pese al dolor que le provocaba la distancia y la pérdida que sentía por Rozzak e In’mi, en el fondo siempre quiso a alguien a quien abrirse en todos los sentidos; algo más que follar, poder hundirse en sus brazos hasta dormirse y sentirse protegida, y que le dijese que todo iba a estar bien. Ella quería amar y ser amada, harta de tener únicamente baños de sangre y crudas batallas en los que se entregaba a sus instintos de berserker.
– Quiero una noche, solo una noche en paz. Quédate conmigo – le terminó confesando, mirándole a los ojos.
– Ayoti…–.
Wunjo fue quien decidió iniciar el contacto físico, cuyo roce de sus dedos en la piel le hizo suspirar. Ella acercó sus labios, tratando de esquivar sus prominentes colmillos y sellarlos con un beso desesperado.
Resguardados por arbustos y el imponente árbol donde estaban escondidos, Wunjo tomó las hachas de la hembra y las dejó caer a un lado.
– Habrá que ser silenciosos – susurraba Ayoti, viendo de reojo como sus armas eran apartadas haciendo el menor ruido posible.
–No voy a ponértelo fácil, me temo –. Él también apartó sus armas y su armadura, quitándose las piezas ante la mirada lujuriosa de la berserker. Le imitó, apartando cómo podía aquel peto tan desgastado que llevaba más como penitencia que con sencillez. – ¿Necesitas ayuda? –.
– Un poco, ¿por qué no empiezas quitándome estas vendas que cubren mis pechos? –. Le vio sonrojarse y eso hizo que sonriera con ternura y picardía a la vez.
Volvieron a besarse, esta vez sin pudor alguno, entrelazando sus lenguas y saboreándolo con desesperación. Tomó las muñecas de su amante y las guió hasta ellas, instándole a que las tocase y se deleitase con ellas. Quería que la tocase y la marcase, para demostrarle que en esa noche iba a entregarse en cuerpo y alma.
Con aquellas firmes manos palpándolas y jugando con ellas, Ayoti le respondía a los besos gustosa, animándose a bajar sus labios por el cuello del zandalari hasta morderle la clavícula, lamiendo la marca de forma lasciva, sin apartar su mirada de él.
– Cuidado con esos colmillitos – rió Wunjo. Se arrodilló hasta tener el rostro a la altura de sus muslos y procedió a quitarle las perneras. Mordiéndose el labio, Ayoti había apoyado la mano sobre su cabeza, acariciando la trenza que sobresalía de su cabello casi rapado.
Completamente desnuda, tragó saliva, con el rostro enrojecido y con la excitación empapándola por completo. Había bastado una mirada para conseguirlo, para entregarse a sus besos y a su lengua.
– ¿Así? –.
– Sí… –.
Con cuidado, debido a los colmillos, Wunjo empezó a besar su sexo, mientras acariciaba sus muslos. Ella le miraba con deseo, con necesidad, mientras respiraba entrecortadamente y le tomaba suavemente del cabello.
Entonces, pillándole desprevenida, la tumbó en el suelo. Finalmente, la lengua de Wunjo rozó su intimidad, estimulando su clítoris. Ayoti decidió taparse la boca para ahogar sus gemidos. Él procedió a estirar uno de los brazos para atrapar uno de sus pezones y empezar a pellizcarlo, sin dejar de saborearla.
– A-aah...Wunjo... – se le escapó, por lo que se obligó a morderse el labio nuevamente y mantener la mano bien sellada en su boca.
Él se incorporó, ante la mirada de una sorprendida y necesitada Ayoti, quien todavía deseaba más notar aquellos labios entre sus muslos; cambiando de opinión al verle desnudarse por completo y verle en todo su esplendor. No apartó la mirada de su miembro erecto, todavía manteniendo la boca cerrada.
– “Quiero ese falo dentro de mí, no aguanto más”– pensaba, dibujando una falsa expresión de inocencia, separando aún más sus piernas.
– Recuerda que no puedes hacer mucho ruido – indicó, usando sus dedos esta vez para acariciar y tomar su sexo, mientras la boca succionaba y mordía con suavidad sus pezones. Ayoti asintió esforzándose en contener los gemidos.
Wunjo parecía satisfecho porque no tardó en colocar el glande entre sus labios bajos, frotándolos de arriba abajo.
– ¿Lista, Roja? –.
– Sí…Soy tuya… – susurró, echando la cabeza hacia atrás.
Finalmente, la penetró, comenzando un vaivén de caderas lentas, pero profundas.
– Lo eres – respondió con picardía, entre jadeos. – Alguien tenía muchas ganas… –.
Tomó sus piernas y las levantó, sin parar de embestirla. Ambas miradas estaban conectadas.
– No sabes cuantas. Te deseo, no sabes cuanto...–. Ya no podía engañarse a esas alturas, estaba irremediablemente enamorada de aquel macho. – Más fuerte, más, hazme tuya una y otra vez –.
– Mentiría si dijera que no había soñado también con hacerte mía –. El ritmo de sus embestidas aumentó considerablemente, sonando el choque de ambas caderas sin pudor alguno. Ayoti estaba que no cabía en sí del gozo, sintiendo la polla del zandalari candente dentro de ella y deslizándose con suma facilidad.
Liberó una de sus piernas, llevando la mano hacia abajo, tomando nuevamente el clítoris con los dedos, manteniendo la penetración. Ante aquella sensación y la visión del macho domándola, tomó un pecho y se lo acarició, controlando el timbre de sus jadeos.
– Wunjo...No... No quiero que... Esto termine… –.
– Yo... no sé si podré aguantar mucho más... Pero si por mí fuera, seguiría así para siempre –.
– No salgamos de aquí, no volvía... mis al cam...–. Le estaba costando cada vez reprimir sus gemidos. – Ojalá… No pares... No pares por favor...–.
– Ahora céntrate... solo en... ESTO –. Las embestidas cada vez eran más violentas, sacudiendo el cuerpo de Ayoti.
– Sí…Sí…Mi mundo es tuyo ahora mismo. Mi cuerpo, mi deseo... Todo… –. Ya solo pudo entregarse a sus deseos. – Solo tengo ojos para ti… –.
– Y yo para ti... Yo también soy tuyo –. Se besaron nuevamente, entre jadeos. – Espero que estés preparada, Roja –.
– Sí, yo también voy a... – susurró, mientras sus piernas temblaban ante las aceleradas embestidas y la inminente ola de placer. – Wunjo… –. “Dame tu smadda, lléname con ella, márcame…”
– Ayoti… – escuchó de él antes de que se corriese. El cuerpo de la hembra temblaba hasta que sucumbió también. Ambos, exhaustos, quedaron tumbados uno sobre el otro. La respiración entrecortada y las pequeñas bocanadas de aire que tomaba el zandalari, sonando en su oído, la enternecieron.
– Hace tanto tiempo que no... Me dejaba llevar así… – le dijo, con un cariñoso beso en dicha oreja.
– Pues ya iba siendo hora de que dejaras a tu cabeza y a tu corazón darse un capricho – respondió Wunjo con cariño.
– De ser por mí, te tendría dentro de mí siempre – confesó ella. – Todas las noches que fuesen posibles…–.
– Bueno en ese caso por ti y solo por ti... Tendría que hacerlo – dijo él con una sonrisa.
– Cuando seas kalari, no voy a dejarte dormir ni salir de mi choza. Avisado quedas –. Le acarició la mejilla, entre broma y broma.
– Te tomo la palabra, Roja –. Le besó la frente, los labios y la tripa, bajando suavemente los labios por su piel, antes de abrazarla nuevamente y dejarse caer a su lado.
– Cumplo mis promesas –.
Apoyó su cabeza en el amplio torso de su amante, consiguiendo sentirse protegida, como siempre había deseado.
– Espero volver como la hembra que he de ser. Alguien mejor – dejó escapar, entre suspiros. – “Expiar mis errores y salvar a mi hijo” – terminó pensando, con los ojos entrecerrados.
– Rezaré a los loas para que así sea, pero sé que lo harás – le animó Wunjo mientras entrelazaba los dedos en sus rastas, bajándolos hasta su espalda.
– Quedémonos un rato más así, por favor. Me gusta que me abraces… –. Le acarició los labios – Que me beses… Dudo que nos echen de menos de momento… –.
– Y seguramente hasta mañana… – respondió dándose un último beso tierno. Se juraron mutuamente protegerse las espaldas antes de dar las buenas noches y quedarse allí, mientras el sueño les invadía por completo.
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