El pacto [Ayoti (Trol)] - Inicios Kalari

    Ayoti tragó saliva, mientras se acercaba a Zaleyah, el heraldo de Bwonsamdi.  Había tomado una decisión peligrosa y lo hizo en caliente, cuando los sentimientos la golpeaban y la rompían por dentro. “Te quiero” fueron unas palabras que la sentenciaron y la animaron más que nunca a decidir algo que cambiaría para siempre su vida. Aprovechando que el poblado estaba tranquilo, la berserker se colocó la capucha, con paso firme.
    – ¿Estás lista para hablar con el Loa de las tumbas? – le preguntó Zaleyah una vez estuvieron cara a cara.
    – Lo estoy – contestó. Miraba al heraldo con inexpresividad, siendo incapaz de digerir las emocionales que la agolpaban.
    – Eso dicen todos antes de verlo – le dijo entonces, provocándole a Ayoti un escalofrío. – ¿Has traído tu raptor?
– Sí, está en las afueras del poblado.

    Ambas se alejaron y montaron. Ayoti aprovechó para acariciar la cabeza de Tzune, con aire ausente. Se sentía como en un sueño, ajena a la realidad y el camino hacia Nazmir parecía más una pesadilla de la que terminaría despertando. Ni siquiera miró a los lados en busca de trols de sangre que pudiesen atacarlas durante su travesía. No sabía si sentirse aliviada o decepcionada ante la inquietante tranquilidad de la zona. Pararon en un altar dedicado a Bwonsamdi, destruido.
    – Los trols de sangre han aumentado sus herejías desde la liberación de G’huun – dijo Zaleyah con tono apenado. Ayoti miraba el altar, en silencio, todavía con su cabeza en otro lugar, en los recuerdos de una choza al lado del mar o en las selvas de Zuldazar, mientras era apuntada por un arco y enfrentaba una vez más a los fantasmas de su pasado. – Bwonsamdi no estará contento – prosiguió el heraldo.
    – Lo pagarán…– terminó por decir la berserker, casi como un susurro.
    – Lo pagarás – corrigió la inquietante trol.

    Retomaron el paso y llegaron hasta Zo’bal, un lugar en ruinas y habitado por almas, llenos de recuerdos de una vida pasada en Nazmir, antes de que la corrupción de sangre los hundiera en el abismo de la decadencia. Los espíritus se inclinaron ante Zaleyah y miraron con curiosidad a la berserker.
    – Dejemos aquí los raptores – le dijo el heraldo. Ayoti le dio unas palmadas a Tzune antes de bajarse y atar sus riendas.
    – Volveré pronto…Espero – le susurró, con cariño. – Sí – se dirigió a Zaleyah antes de ponerse en marcha hacia la Necrópolis.

    El camino que conectaba Zo’bal con el templo de Bwonsamdi estaba completamente destrozado, demostrando que el paso de los años fue inmisericorde con el lugar. Ayoti podía sentir el aire cargado por la niebla que las envolvía. El agua del pantano enfrió sus pies y la brisa erizó su piel. La sensatez le hubiese hecho correr y volver al poblado, pero la berserker casi nunca escuchaba a la voz de la razón y prefería lanzarse sin dudarlo, cosa que siempre la ponía en constante peligro. Además, no quería que el tiempo que Zaleyah le dedicó para traerla hasta allí fuese en vano.
    – No me acostumbro de esto – se atrevió a decir, con la mirada fijada en la enorme luna rojiza que se alzaba sobre el templo.
    – Pues deberás si vas a hacer un trato – le contestó el heraldo.

    Mientras avanzaban hasta las escaleras, sintió que algo la tomaba de la mano. Ayoti soltó una exclamación de sorpresa y vio que se trataba de un cachorro, que la miraba con ojos apenados. Algo revolvió las tripas de la trol, quien lo observaba con una mezcla de pavor y lástima.
    – ¿Pasa algo? – le preguntó Zaleyah. Cuando Ayoti volvió a mirar al espíritu, este desapareció.
    – Yo...Un cachorro…
    – Cualquiera diría que ves fantasmas – rio su acompañante.

    Bajaron hasta un altar. Zaleyah le dio indicaciones de que se pusiera delante. Ayoti obedeció sin decir nada, todavía afectada por su encuentro con el cachorro. Intentando quitarse los temores, buscó la valentía necesaria mientras levantaba la cabeza.
    – Antes de entrar debes dejar que tu cuerpo y tu alma sean una misma cosa – le indicó la Sombra de Bwonsamdi. Ayoti asintió.
    – ¿Qué debo hacer? – ante aquella pregunta, Zaleyah desenganchó de su túnica uno de los huesos que llevaba colgando y empezó a rasparlo con su guadaña.
    – Repite conmigo – le tendió un cuenco, donde depositó el polvo. La berserker lo tomó. – Polvo de huesos…
    – Polvo de huesos.
    – ...para el loa de los muertos.
    – Para el loa de los muertos.

    Zaleyah, con un movimiento rápido, pinchó el dedo de Ayoti con su daga. La berserker apretó los dientes mientras veía como su sangre se mezclaba con el polvo.
    – Ahora, marca tu rostro con la sangre y el hueso – le indicó. La pelirroja empapó dos dedos sobre la mezcla y dibujó un par de líneas que cruzaban desde los ojos hasta el mentón. – Y repite de nuevo.
    – Polvo de huesos para el loa de los muertos –. Entonces, el polvo se disolvió de su cara.
    – ¡Ziondeh quashi wha wi Bwonsamdi! – exclamó el heraldo, provocándole un escalofrío que recorrió su columna y la hizo temblar. – Vamos –. De nuevo, retomaron el paso, para subir a la entrada al templo. En aquel momento sí que tuvo claro que no había vuelta atrás. El fuego que iluminaba la estancia cobró fuerza a medida que avanzaban, con llamas claras y azuladas, que provocaban frío en vez de calor. Una vez dentro, Ayoti enmudeció nuevamente mientras se adentraban hasta donde se hallaba Bwonsamdi. Lo primero que hizo la berserker ante su presencia fue arrodillarse, tal como hizo el heraldo.
    – VAYA VAYA, SI ES MI HERALDO LA QUE SE ACERCA – la voz del loa resonaba con autoridad, a pesar del extraño humor que lo caracterizaba.
    – Oh Gran y Solitario Bwonsamdi…Hoy te traigo ante ti a una…
    – ENTONCES NO VIENES A ARREGLAR EL ESTROPICIO DE LOS TROLS DE SANGRE ¿MMH?
    – Todo lo que sea de tu voluntad, habrá de hacerse –. Ayoti observa la escena, sin querer importunar al loa.
    – QUIEN QUIERE ALGO, ALGO LE CUESTA. HABLA, AYOTI DE LOS KALARI.

    La berserker levanta la cabeza. Bwonsamdi era aterrador, un reflejo en sí mismo de lo que era la muerte. Tomó aire, sin mirar atrás, sin dudar, sacando fuerzas de donde hiciese falta.
    – Gran loa, vengo humildemente para pactar. Necesito el consejo de una de tus almas, el berserker Reh’kan de los Lanzanegra.
    – ASÍ QUE QUIERES HACER UN TRATO CON EL VIEJO BWONSAMDI  ¿HUM? –. La pelirroja asintió respetuosamente
    – EL PRECIO POR UN ALMA ES OTRA ALMA, ¿PERO QUE TIENES TÚ QUE PUEDA INTERESAR A ESTE VIEJO LOA?
    – Tengo mi ira y mis ansias por derramar la sangre de todo aquel que ose interponerse en el camino de los loas.
    – PUES NO LA HE SENTIDO ASESINANDO A TROLS DE SANGRE, DEBE DE SER QUE ESTOY CIEGO, JA JA.
    – Mataré a todos los trols de sangre haga falta si así os complace, Gran loa.
    – ESO LO HARÍAS SIN QUE YO TE LO PIDIERA, ¿O CREES QUE ME CHUPO LOS TRES DEDOS, MHH?
    – Gran loa, pedidme lo que deseéis y yo cumpliré con mi parte. Mis hachas estarán a vuestra disposición.

    Esperó la respuesta del loa, intranquila. ¿Qué podría ofrecerle algo que no fuesen cabezas de sus enemigos para aplacar su ira?
    – DIME, KALARI, ¿ALGUNA VEZ HAS PENSADO EN TENER UN CACHORRO?, JA JA JA –. La berserker se quedó helada.
    – No, Gran loa. El camino elegí es de muerte. No de vida.
    – AJÁ, ESO ES LO QUE TE PIDE TU LOA FAVORITO – entonces, Bwonsamdi la tomó de la mejilla, obligándola a mirarle. Ayoti abrió los ojos, disimulando el terror que la invade. El tacto era frío, tanto que quemaba su piel. – EL ALMA DE UN CACHORRO, A CAMBIO DEL ALMA DE UN VIEJO MAESTRO.

    Ayoti tragó saliva. La proposición del loa le heló la sangre, era una monstruosidad lo que le pedía, ¿pero que podía hacer? Estaba desesperada por descubrir la forma de terminar con el sufrimiento que la carcomía por dentro, de acabar con el amor que le procesaba a Rozzak, del anhelo por volver a los brazos de In’mi y todo aquello que le hacía débil. Cerró los ojos, a punto de derramar lágrimas por el dolor que le provocaba aquel, pacto.
    – Que…así sea…Gran loa – le contestó, al borde del llanto, con la voz rota.
    – ¿ENTONCES HAY TRATO? –. El loa le tendió el brazo. Ayoti dudó por unos instantes, pero lo tomó, sellando así su destino. Una risa fantasmagórica resonó en toda la estancia. El brazo de Ayoti quedó marcado por el pacto, rodeándolo de un haz grisáceo hasta desaparecer. – ASÍ QUE REH’KAN ¿MMH? A VER DONDE TENGO METIDO A ESA TRISTE ALMA…OH, AQUÍ ESTABAS, DESPIERTA, TIENES VISITA.

El alma del maestro se materializó delante de ambas trols. Ayoti lo miró, después de tanto tiempo.
    – Maestro…
    – Tú… ¿Qué has hecho? ¿¡A QUÉ HAS VENIDO!?
    – He venido en busca de tu consejo, viejo. Una vez más, como antaño hacía en tu cabaña – le respondió, con tono sombrío. Todavía estaba asimilando la gravedad de sus acciones.
    – UUH, ME ENCANTAN LAS REUNIONES DE AMIGOS, ¿A TI NO, HERALDO?
    – Siempre, Gran loa – fue lo que respondió Zaleyah, quien había estado callada todo este tiempo.
    – ¿Y qué quieres de mí, chiquilla?
    – Preguntarte cómo has conseguido todos estos años desprenderte de tus sentimientos y vivir únicamente para la batalla. ¿Cómo conseguías evitar forjar lazos con otros trols?
    – OH, QUE TRATO TAN REDONDO POR TAN NIMIA PREGUNTA, RESPONDE A LA “CHIQUILLA”, ANCIANO.
    – Mis lazos no eran de afecto, eran de odio, de sangre, de guerra. ¡Es todo lo que necesitas y hasta que no lo veas serás débil!

    Ayoti no estaba con forme con aquella respuesta. Reh’kan trató de golpear a la berserker, pero su mano atravesó su cabeza. Bwonsamdi rio ante aquel intento de violencia.
    – Pero es imposible que no se cruzara jamás alguien por quien sintieses algo – dijo Ayoti con desprecio. – ¿Qué hacías para evitar que interfiriese en tu camino de odio y sangre? – sonrió con malicia ante su pregunta y el vano intento de su maestro por pegarle.
    – Matarlos. ¡A TODOS! ¡Y debí hacerlo contigo!
    – ¿Es tu forma de decir que me apreciabas, viejo? – soltó una risotada amarga.
    – Si te traté así era porque quería que fueras mejor de lo que yo fui, ¡pero aquí estás, arrodillada suplicando por mí! –. Aquella vez, volvió a cargar otro golpe hacia ella, pero corpóreo. Ayoti lo sintió como una brisa que acariciaba su rostro.
    – JA JA, PENSÉ QUE SERÍA DIVERTIDO SOLTAR LA CORREA AL PERRO.
    – Te corrijo: No estoy suplicando por ti, solo he venido a preguntarte, nada más – añadió Ayoti, con ira contenida.
    – Nunca serás una guerrera si no te deshaces de los que amas.

    La imagen de Rozzak se dibujó en su mente, sonriéndole con ternura, como todas las noches que yacían en Rasganorte. También vio a In’mi acariciando su larga melena cuando ambas descansaban en su choza después de una dura batalla. Okena se presentó en sus pensamientos con Tazun en brazos, dedicándole una mirada enternecedora a pesar de sus diferencias.

    “Jamás podría hacerles daño…Jamás…”

    Bwonsamdi sacó un reloj de arena.
    – TIK TOK HACE EL RELOJ, INCLUSO PARA LOS MUERTOS.
    –…lo tendré en cuenta…Maestro…– del alma de Reh’kan se disolvió, dejándola devastada por completo. Rota.
    – RECUERDA, CHIQUILLA, SI NO ME TRAES TU SANGRE, LA TENDRÉ IGUALMENTE.
    – Se hará tu voluntad, Gran loa.
    – BIEN BIEN, Y POR CIERTO, HERALDO, SALUDA A VO’DRAL DE MI PARTE, JA JA

    Bwonsamdi les hizo marcharse y una vez fuera, Ayoti miró a Zaleyah con tristeza. – Gracias por llevarme hasta él, heraldo.
    – Aún enfadado, sigue teniendo su humor. No hay de qué, es mi deber. Pero debo pedirte una cosa.
    – Dime.
    – No te encariñes conmigo – se rio. Ayoti torció su sonrisa.
    – Tomo nota.
    – No quiero acabar donde tu maestro – bromeó, aunque Ayoti no le encontró la gracia. Negó con la cabeza, sin saber qué decir. – Podemos volver al poblado –. Ayoti asintió.

[…]

    Una vez en su choza, Ayoti miró su brazo, encogida en su asiento, mientras recordaba el oscuro pacto que hizo con el loa de la muerte. Temblaba por completo, con miedo, con desesperación por lo hizo. El remordimiento la atormentaba y las lágrimas finalmente salieron, llorando en silencio mientras los kalari estaban fuera contando historias junto a una hoguera.

“¿Qué es lo que he hecho?”

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